jueves, 21 de septiembre de 2017

Escuchar de verdad es adorar


Hay una voz interior en ti que nadie, ni tú mismo, ha escuchado. Si te das la oportunidad del silencio, empezarás a desarrollar tu oído para escuchar en lo profundo de ti mismo la música de tu propio espíritu.

El sentido del oído nos permite oír la creación. Uno de los grandes umbrales de la realidad es el que hay entre el sonido y el silencio. Todos los buenos sonidos tienen silencio en su proximidad, delante y detrás de ellos. El primer sonido que oye el ser humano es el del corazón de la madre en las oscuras aguas de la matriz. Por eso desde antaño estamos en armonía con el tambor como instrumento musical. Su sonido nos serena porque evoca el tiempo en que latíamos al unísono con el corazón de la madre. Era una época de comunión total. No existía separación alguna; nuestra unidad con otro era completa. P. J. Curtis, el gran estudioso irlandés del rythm and blues suele decir que al buscar el sentido de las cosas, en realidad buscamos el acorde perdido. Cuando la humanidad lo descubra, se eliminará la discordia del mundo y la sinfonía del universo entrará en armonía consigo misma.
El don de escuchar es hermoso. Se dice que ser sordo es peor que la ceguera porque uno queda aislado en un mundo interior de silencio aterrador. Aunque uno ve las personas y el mundo que lo rodea, estar mera del alcance del sonido y la voz humana es estar muy solo. Hay una diferencia muy importante entre oír y escuchar. A veces oímos las cosas pero no las escuchamos. Cuando escuchamos realmente, percibimos lo que no se dice o no se puede decir. A veces los umbrales más importantes del misterio son lugares de silencio. Llevar una vida verdaderamente espiritual significa respetar la fuerza y la presencia del silencio. Martin Heidegger dice que escuchar es adorar. Cuando escuchas con el alma, entras en el ritmo y la armonía de la música del universo. La amistad y el amor te enseñan a sintonizar con el silencio, llegar a los umbrales del misterio donde tu vida y la de tu amado se penetran mutuamente.
El Anamcara.

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